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sábado, 12 de octubre de 2013

Only In This Way y Luna Llena

   Hola Infiniters! En esta entrada os voy a poner dos blogs que recomiendo muchísimo:
 
El primero es de unas amigas de blogger, su blog esta genial y esta genial si eres una directioner ¡A mi me encanta! Se llama Only In This Way, para entrar haz click aqui
 
El segundo y ultimo es una novela de una de mis mejores amigas y mi sister 2# se llama Luna Llena, os la recomiendo esta muy bien, para entrar haz click aquí
Aquí os dejo el capitulo uno de la novela:

Capitulo 1

   Corría con todas mis fuerzas pero sentía que me pisaban los talones. Giré a la derecha, iba a cruzar el puente. A lo mejor me iba a dar ventaja, yo era una y ellos más de veinte, veinte personas en un puente inestable que se balanceaba mucho. Lo veía desde lejos, aún me faltaba camino. Era largo y estrecho y le faltaban algunas tablas por en medio. Era el único camino por el que se podía atravesar el río. Habían disparado una flecha en mi dirección pero no acertaron y le dieron a un árbol. Me subí un poco el vestido con las manos para no tropezar y miré atrás. Estaban muy cerca de mi, no sabía con seguridad si podría llegar al puente. Me estaba empezando a cansar, llevaba un buen rato huyendo de los soldados que servían al rey de la aldea. Llegué al puente y dejé de correr. Lo estaba atravesando despacio, cualquier error y me caería de cabeza al río. Los soldados hacían lo mismo pero ellos lo tenían más difícil. Querían atraparme y se abalanzaban sin seguridad alguna pero con prisa. Oí unos gritos y miré por un segundo atrás. Uno de los soldados se había caído al río, junto con una tabla. Los demás se pararon y saltaron el hueco que dejó la tabla. Yo seguí avanzando. Lo único que se oía era el eco del grito que se cortó en seco. El río guardaba muchas rocas que no se veían a simple vista, seguramente con la caída el soldado se dio un golpe en la cabeza. Yo aumenté la velocidad pero cuando me faltaba un pequeño tramo me paré de golpe. Otros soldados me esperaban en la salida del puente. Miré atrás y otra vez delante. Suspiré. No tenía escapatoria. Un soldado cogió una flecha, la colocó en el arco y apuntó hacia mi decidido a disparar.
-¡No!.- grité.- Por favor no lo hagáis. Yo no soy como todo el mundo piensa, tan sólo soy una pobre aldeana que trabaja hasta lo imposible para llevarse tan solo una hogaza de pan a la boca.- él apuntó al suelo y me miró. Se me empezaban a salir las lágrimas. Tenía que dar pena y parecía que lo estaba consiguiendo.
-¡No la creáis!.- un soldado de que estaba detrás de todos los demás se adelantó hasta ponerse enfrente mío. Me miraba con asco y repugnancia. No me sorprendía.- Sus ropas no son propias de una pobre aldeana. Y además, la e visto hacer magia con mis propios ojos.- los demás soldados me apuntaron con sus flechas y espadas. Puse los ojos en blanco y suspiré.
-Tenía que intentarlo.- alcé mis manos y les hice volar por los aires e hice lo mismo con los que estaban a mi espalda. Cayeron todos al río. Empecé a correr, tenía que buscar un lugar seguro para pasar la noche. No tenía duda de que había más soldados por el camino. Después de un rato dejé de correr y me apoyé en un árbol. Oí el crujido de una rama y miré alrededor. Un chico estaba apuntándome con una flecha.
-¡Quieto! Como hagas un sólo movimiento te mato aquí mismo.- le apunté con la mano.
-Tan sólo quería intentar cazar al conejo que está allí...- miré atrás y lo vi. Me eché a un lado pero sin dejar de apuntarle con la mano.
-Adelante.- asintió y tiró la flecha. Acertó. Me miró y yo asentí. Fue acercándose al conejo despacio sin dejar de mirarme.
Era alto, delgado y moreno de ojos azules que vestía con una desgastada ropa de aldeano
-¿Conoces algún sitio seguro para pasar la noche?.- le pregunté cuando ya tenía al conejo en sus manos.
-Si, en la aldea...
-¿Algún sitio que no sea la aldea?
-Conozco una cueva por aquí cerca. Ni siquiera parece una cueva, es un buen sitio para esconderte de los soldados.- paró de hablar inmediata mente. Le miré desconfiada.
-¿Cómo has dicho? ¿Qué sabes de los soldados?
-Nada, te juro que...
-¿Qué sabes de los soldados? ¿Qué has visto?
-He visto cómo te perseguían. Te quería ayudar...
-Pues muchas gracias por la ayuda, sin ti no seguiría viva.- le interrumpí.
-El conejo lo e cazado para ti.- dijo levantándolo a la altura de sus hombros.
-Guíame hasta la cueva.- asintió.
Estuvimos un buen rato caminando hasta que llegamos. Era verdad, ni siquiera parecía una cueva. El chico quitó la hojarasca que dio lugar a la entrada de la cueva. Habían bastantes piedras alrededor y con la hojarasca la cueva parecía una pequeña montaña. Me condujo al interior de la cueva y me sonrió.
-¿Qué?.- le miré desconfiada.
-Necesito que hagas un pequeño truco de magia.
-¿Crees que e venido aquí para enseñarte cómo hacer magia?
-No, lo que necesito es que enciendas las antorchas que hay en las paredes.- miré la oscura cueva. Me fijé en las paredes y era verdad, había antorchas. Las miré fijamente y se encendieron. Iluminaron gran parte de la cueva, casi no había un rincón que estuviera sumergido en la oscuridad. - Genial.- Mientras tapaba la entrada con la hojarasca observé la cueva. Era... acogedora. Estaba amueblado con muebles de madera y en un lado incluso había una cama. En medio habían unos enormes troncos y cenizas alrededor, seguramente sería una hoguera.
-¿Vives aquí?.- le pregunté cuando ya había acabado de tapar la entrada.
-No exactamente pero paso la mayoría del tiempo aquí.- cogió el conejo del suelo y le puso encima de una mesa.- ¿Puedes encender la hoguera?.- me quedé quieta. ¿Pero qué se pensaba? ¿Es que acaso no se daba cuenta de la situación? No sabía si se había dado cuenta, pero yo seguía amenazándole con mi mano. Cualquier tontería que hiciese en mi contra y le mataba sin pensármelo dos veces. Y él, con una sonrisa de oreja oreja, allí, tan alegre de la vida.- Bueno, yo te lo decía por tu bien. Pero si no estás hambrienta...
-¿Y porqué no lo enciendes tú mismo?.- levantó las manos.
-¿Con qué? Además tú eres más rápida.- encendí la hoguera, con tal de que se callara... Además, tenía bastante hambre. Después de quitar la piel al conejo, acercó dos sillas a la hoguera y se sentó en una de ellas. Yo me senté en la otra y me quedé observando cómo preparaba al conejo. Seguía sonriendo el muy idiota. Parecía que aquella situación le divertía. Cuando acabó partió al conejo en dos y me ofreció una mitad, la más grande. Yo la cogí y empecé a comer despacio y desconfiada, todo lo contrario que él.
-¿Cómo te llamas?.- levantó la vista de su conejo y me miró.
-Christian. Y tú eres...- dudé un momento. No sabía si era buena idea tener tantas confianzas. Pero en fin, él me había dicho su nombre.
-Melinda.
-Bonito nombre.
Después de comer, Christian me dijo que podía dormir en la cama y que él dormiría en el suelo. No me lo pensé dos veces y me puse cómoda en la cama, lo que fastidió a Christian. No pensaba ser amable con él.




En la aldea, un soldado ensangrentado entró cojeando en el castillo y fue recibido por el rey.
-¿Qué a pasado?.- preguntó curioso el rey.
-Está confirmado de que aquella chica es una bruja, mi alteza. Utilizó sus poderes contra nosotros.
-Claro que está confirmado, ¿acaso no creíais mi palabra? ¿Dónde está?.- el rey parecía enfadado.
-No lo sé mi alteza. Se a... escapado.- el rey se levantó furioso del trono y le dio un puñetazo al soldado.
-¡Panda de inútiles! ¿Eres el único superviviente?
-Creo que si, mi al...
-¡Esa maldita bruja ya tenía que estar en la hoguera!.- le interrumpió el rey.
-Lo lamento mi alteza, os juro que no se me va a volver a escapar.
-Claro que no volverá a pasar.- el rey tomó su espada y se la clavó en el estómago al soldado.- Llamad al brujo del pueblo.- ordenó a sus sirvientes y soldados, quienes asintieron y fueron a buscarle. El rey sacó la espada del estómago de su soldado y observó la sangre cayendo por ella.
Más tarde, llegó el brujo del pueblo y se inclinó ante el rey. Era un señor mayor que hizo un pacto con él. Él le ayudaba a cazar brujos para quemarles en la hoguera y el rey le dejaba vivir como un aldeano normal y corriente. Eso era lo que creían los aldeanos, lo que el rey contó y sobre lo que el rey mintió.
-Buenas amigo mío.- saludó el rey.
-Buenas, mi majestad. ¿Pasa algo? ¿Tenéis algún problema?
-¡Yo nunca tengo problemas!. Pero si que pasa algo, venga amigo mío, tendrá hambre.- el rey condujo al brujo a una gran mesa y ordenó que traigan comida y el mejor vino que tengan.- Necesito vuestra ayuda. Necesito atrapar a una bruja. Os ordeno que me ayudéis.
-Os ayudaré con mucho gusto.- el rey hizo una seña a un soldado y éste le entregó un papel enrollado. El rey lo desenrolló y se lo enseñó al brujo.
-Es ésta la bruja.- el brujo palideció y se puso muy nervioso. Observó con la boca abierta a la chica dibujada en el pergamino. Pero al darse cuenta de que el rey lo estaba observando con curiosidad volvió su expresión serena de siempre.- ¿Alguna conocida?
-No, en absoluto. Una bruja como las demás.- el rey no le creyó pero no añadió nada más.- Reuniré a buena parte de mis soldados. Mañana, a primera hora, cazaremos a la bruja. Esta vez nada puede salir mal.

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